martes, 31 de marzo de 2015

EN UNA PLAZA DE MADRID

     Gestiones familiares en la Villa y Corte me llevan a la Plaza de la Remonta del barrio de Tetuán, en donde el sol mañanero que nos trae el anticipo de primavera anima a sentarse en uno de sus bancos. Poca gente; algún despistado se lía un porro con un colega, parecen salidos de otra época, "tardo-hippies", habituales del lugar, aunque la Policía Nacional tenga una comisaría en la plaza. Un par de padres, probablemente parados, juegan con sus niños en la arena del parque infantil. No pasa mucho antes de que aparezcan los propietarios de los bancos de los jardines de la plaza: los jubilados, quienes a la llamada del sol salen en pequeños grupos del Centro Municipal de Mayores para sentarse un rato.
 


 
     Al encontrarme sentado con un libro en sus dominios, su amabilidad al verme adorna las cortesías habituales. Me gusta oír las historias de los más mayores, así que aprovecho para hacerles algunas preguntas procurando no entrometerme en sus conversaciones que encuentro más interesantes que lo yo les pueda contar. A mi declaración de pertenecer desde hacía poco tiempo al club de los jubilados me responde uno de ellos, doblado por los años, tostado y la cara labrada con profundos surcos, diciéndome que hacía dos años que él había dejado de tirar del arado. Otro, con el que compartía el banco, me dice que tenía mucha suerte por estar jubilado con aparente buena salud y que me cuidara.
 
     Al grupo se acerca otro de la pandilla, boina hasta las orejas, recomendándonos protegerse del sol; sus colegas dicen de él que había sido tramoyista en un teatrillo y bromearon con él un rato; al parecer porque se afanaba en merodear alrededor de las coristas mientras se vestían...notte e giorno d'intorno girando; delle belle turbando il riposo... Inevitablemente la conversación se iba deslizando hacia la cumbre de todas las artes: el balompié, para cuyo análisis aplican la dialéctica de los jubilados hegelianos; cada uno pontifica con su propia tesis que enuncia envuelto en humo de las caladas de su pitillo y los rugidos de arcaicas toses; le sigue el enunciado de algunas antítesis, para cerrar el que parece que tiene más autoridad en el tema con una síntesis diciendo: "para ganar no hay que comprar jugadores, hay que comprar árbitros". En su época debió ser de la cuerda de los ERE.
     Esta generación que sale al sol de sus últimos años de vida es la que levantó la España de la posguerra y del desarrollo, y bien merece que una pluma relate sus vidas, alegrías y desventuras; todos somos deudores de ellos. La remodelación del barrio de Tetuán se llevó por delante muchas de las pequeñas casas que habitaron desde los cincuenta, y alguno todavía recuerda que en el lugar se encontraba el antiguo cuartel de Caballería de La Remonta, del que solo queda el nombre. Por cierto; de ese cuartel salieron tropas para participar en la Sanjurjada de 1932.
     Es la hora de irse, yo a mis tareas y ellos de vuelta al Centro. Aparece una patrulla de la Policía Nacional y comienza la sesión matinal; los fumeteros no se alteran y con la parsimonia habitual van sacando su documentación, a la que los policías parecen darle el visto bueno y se alejan; los colegas vuelven a los porros y a su cerveza al sol. Cada mochuelo a su olivo. La vida en los barrios de la Villa. Seguro que Don Ramón le hubiera sacado a esta escena matritense más punta que yo.