lunes, 18 de agosto de 2014

GAZA 2014


    Desde el ocho de julio hemos asistido al último capítulo del largo conflicto entre árabes e israelís ante el que no se puede permanecer impasible si habitas la ribera del Mediterráneo, por lo que me he animado a hilvanar estas líneas escritas sine ira et studio, como recomendaba Tácito, para aportar una pequeña reflexión, intentando mantener una relativa objetividad, cosa difícil ante lo que estamos viendo. 
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    Las cadenas internacionales de noticias  incluyendo  Al Yazeera, e i24 de Israel, nos han traído las imágenes y voces de este último conflicto; se han visto opiniones para todos los gustos, pero diría que esta vez el fuerte ruido anti-Israel parece estar más que justificado. No creo que en esta ocasión haya intereses vitales en juego para Israel, por lo que sorprende su desproporcionada respuesta, que continúa la ya larga tradición de falta de respeto de la legalidad internacional y del derecho humanitario, que esta vez  ha espantado hasta al propio Secretario de Estado norteamericano Kerry.
    Las razones inmediatas parecen encontrarse en el asesinato de tres jóvenes israelís por milicianos de Hamas, al que sucedió el asesinato de un joven palestino que fue quemado vivo por jóvenes israelís, lo que tampoco dice mucho de los valores de esta sociedad, que tiene una larga tradición en el uso del terrorismo desde su lucha por la independencia de Gran Bretaña y posteriormente de terrorismo de estado.  
cr.nrostatic.com
    Estos últimos asesinatos fueron solo el detonante, pues ambos bandos estaban ya preparados para una nueva confrontación que se llevó a cabo, como no podría ser de otra forma, con la habitual abrumadora superioridad militar de Israel.  La guerra ya se podía anticipar por la posición de Israel de bloquear las negociaciones para una solución definitiva al conflicto con Palestina, a la vez que mantenía su provocadora política de asentamientos en la orilla oeste del Jordán y el bloqueo de Gaza. Si a eso se une el reciente acuerdo entre la OLP y Hamas se deduce que Israel estaba deseoso de iniciar esta guerra con tal de no ver un gobierno palestino OLP-Hamas radicalizado, por lo que la opción ha sido continuar con el bloqueo de la franja de Gaza para poder destruir allí a las milicias palestinas en una campaña de castigo; es decir, para matarlos, un objetivo que parecía alcanzable con medios desproporcionados:  -"La política por otros medios..."
    Las excusas de los cohetes palestinos no son de recibo para justificar el inicio de una nueva guerra, pues la capacidad de infligir daños a Israel con cohetes de mediano y pequeño calibre, sin guía terminal y con cabezas de combate ligeras es bastante marginal, como ha quedado demostrado en el último mes. El viejo conflicto del escudo y la espada ha sido en este caso el conflicto entre el moderno sistema defensivo "Iron Dome" y los más de mil cohetes palestinos, que en un  mes de guerra solo han producido tres muertos a Israel, además de algunos daños materiales en lugares aislados, lo que demuestra la asimetría entre el "escudo de acero" y la "espada de hojalata". En consecuencia parece inaceptable que Israel, una vez segura de poder neutralizar esta amenaza solo con armas defensivas se haya lanzado a la destrucción sistemática de la franja de Gaza y a una operación terrestre que recuerda a las antiguas campañas de castigo que emprendían las potencias coloniales contra los indígenas.

    Una vez finalizado el desigual intercambio de salvas de cohetes palestinos y el lanzamiento de bombas guiadas de aviación, misiles y artillería de campaña, no quedaba más remedio, ante la determinación de las milicias, que empezar una campaña terrestre para la que las FAS de Israel, una vez más, no estaban preparadas. Los 63 muertos en combate en esta fase de las operaciones lo ponen de manifiesto; de esta cifra sorprende el elevado número de muertos a bordo de vehículos y de cuadros de mando -en esto la espada ya no es de hojalata- a pesar de los avances en autoprotección de los vehículos blindados israelís y el valor demostrado por sus tropas.
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    Para esta fase de la desproporcionada campaña de castigo, los palestinos estaban mucho mejor preparados, ya que habían aprendido en sus carnes el tradicional concepto israelita de "geometría inversa" de avanzar destrozando viviendas y atravesando muros para evitar exponerse en las calles. Esta vez los palestinos añadieron al combate una tercera dimensión: la subterránea, con una red de túneles intercomunicados que les permiten el movimiento de sus milicias en el interior de Gaza y hacia Israel. La respuesta israelí para lograr avanzar hacia el interior de las ciudades ha sido la destrucción sistemática de su periferia, con un grado de destrucción al que habría que buscar precedentes en el carpet bombing  de la 2ª Guerra Mundial. Cómo demuestra la historia militar el combate en zonas urbanizadas nunca ha sido sencillo. Me parece además que el depurado y antiguo concepto operacional israelí de ir a matar a los combatientes de Hamas se ha cobraado esta vez a un alto precio, que me temo no estén dispuestos a seguir pagando. 
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    A la hora de buscar las causas profundas del conflicto habrá que volver al movimiento sionista de Theodor Herzl; a la declaración Balfour apoyando el restablecimiento de un hogar judío en Palestina;  a la tolerancia británica de permitir la emigración judía en Palestina; a la oposición de los árabes al establecimiento del estado de Israel; a las sucesivas guerras en la zona; a la actitud expansionista de Israel; pero es mejor dejar esto atrás para otra ocasión y en cambio reflexionar, por ejemplo, sobre lo que el escritor judío Amos Elon escribe cuando asegura que: "Los fundadores del Estado se embarcaron en un renacimiento nacional y social en el antiguo hogar de los judíos, pero fueron ciegos a la hora de comprender que los árabes de Palestina podían albergar las mismas esperanzas" , o también sobre lo que el historiador judío Eric Hobsbawm  subraya de la idea  de Elon de que "el genocidio de los judíos por Hitler se ha convertido en un mito legitimador de la existencia del estado de Israel".
    Hasta que no se resuelvan las causas profundas del conflicto y no las que aparecen en la superestructura, la espiral de violencia será trágica, inevitable y no tendrá fin. Es cierto que los israelitas no quieren matar niños, pero desgraciadamente esta vez lo han hecho a más de trescientos, que no podrán incorporarse en el futuro ni a cimentar una paz, cada vez más necesaria en el Próximo Oriente, ni a tomar las armas en futuras explosiones de violencia, que ojalá no tengan lugar.

    Admitiendo la inexistencia de soluciones simples, una posible solución debería asentarse en admitir simplemente  la existencia del Estado de Israel, dejando atrás los "mitos" fundacionales,  y abandonar su política expansiva en una absurda búsqueda de fronteras seguras. A la vez habría que determinar lo qué los palestinos estén dispuestos a aceptar para compartir el territorio con los israelís, así cómo lo que estos últimos estén dispuestos a ceder para hacer de Palestina un estado viable. En este marco la diplomacia internacional ha estado trabajando estos años con poco éxito y, a veces, con intereses partidistas. 
    Mientras tanto en esta campaña de castigo  de tintes coloniales, el grado de destrucción infligido a los palestinos, además de los muy importantes daños materiales, ha sido de más de 2000 muertos, de los cuales cerca de una cuarta parte podrían ser combatientes. Afortunadamente la campaña ha entrado en un punto muerto en el que  se ha logrado un alto el fuego de cinco días y el comienzo de negociaciones, cuyas noticias no parecen muy esperanzadoras. Confiemos que al final traigan al menos algo de paz a la región.