domingo, 27 de octubre de 2013

UN DÍA EN LOECHES

      Vivir en la Villa y Corte te permite disfrutar de una moderna capital llena de historia y en particular desde que Felipe II decidiera trasladar a ella la capital de la Monarquía Española. La obligación de vivir en la Corte impulsó a la nobleza a construir sus residencias en ella o sus alrededores, y a la vez adquir propiedades y villas de señorío. Recorrer los alrededores de Madrid es hacerlo en la historia viva española, de manera que para el aficionado siempre hay algo que visitar -cámara en mano- para después adornar para el recuerdo las escuetas entradas de este "blog".
    Aprovechando el benigno otoño que nos acompaña, mi santa y yo dirigimos nuestros pasos a visitar la Villa de Loeches situada en la Comarca de Alcalá, en una próspera zona agropecuaria.
     El tener en mi biblioteca un ejemplar del Diccionario Geográfico de Don Pascual Madoz me permite conocer algunos aspectos de la historia de los  pueblos que visito; en este caso el insigne político progresista nos informa que en la Villa hay dos Monasterios: el de Carmelitas Descalzas y el de Dominicas Recoletas, y la morada del Conde Duque de Olivares situada entre ambos. La historia moderna de Loeches recoge la venta de la Villa por Felipe II y su adquisición años después por la familia Cárdenas Avellaneda.
Monasterio de San Ignacio Mártir


    Llegamos a la amplia Plaza del Duque de Alba que contiene ambos Monasterios y comenzamos nuestra visita por el más antiguo,  el de Carmelitas Descalzas de San Ignacio Mártir, fundado en 1596 por la carmelita descalza Francisca de Cristo, hija de los señores de la Villa, dirigiéndonos a la puerta de su Iglesia mientras una hermana remataba en ella su faena diaria y con proverbial alegría carmelitana se ofreció a acompañarnos en la visita, haciendo buenas las palabras de la santa de Ávila: "Tristeza y melancolía no las quiero en casa mía". Su particular  acento no se le escapó a mi atenta esposa, quién detectó su origen brasileiro que resultó ser de Minas Gerais de donde había venido para incrementar la comunidad monacal actual formada solo por trece hermanas ante la falta de vocaciones religiosas. No pudimos realizar la vista al resto del Monasterio porque es de clausura.
Iglesia del Monasterio de San Ignacio Mártir


     Dos siglos después de su fundación, en 1808, y en aplicación de los Decretos de Jose I ordenando la reducción a un tercio los Conventos y Monasterios, la comunidad se vio obligada a abandonarlo y sus archivos y riquezas saqueadas por las tropas francesas que lo ocuparon. Con las desamortizaciones no acabaron sus desgracias, pues durante la Guerra Civil española 1936-1939  fue convertido en cuartel, quedando destruido casi en su totalidad, pero las hermanas lograron restaurarlo con grandes esfuerzos para poder vivir su vida de comunidad.
Altar Mayor



Con los desastres de las guerras la Iglesia del Monasterio no es ni la sombra de lo que debió haber sido, pero su decoración es suficiente y digna para cumplir con su función. Un par de cuadros adornan el retablo del altar mayor, uno de ellos con el martirio de San Ignacio de Antioquía, Patrono del Convento. No podría faltar una imagen de la Virgen del Carmen, lo que siempre alegra la vista de quien haya vestido el botón de ancla. Para completar la visita nuestra amable guía nos mostró la reliquia que conservan de Santa Teresa de Jesús (un fragmento del estómago).   

En 1633 el Conde-Duque de Olivares compró la Villa de Loeches y construyó en ella un pequeño palacio, hoy desaparecido, y en su lugar se encuentra el panteón de la Casa de Alba y una escuela pública, eso sí, con la puerta de piedra del antiguo palacio..."loquuntur saxa". Don Gaspar pretendió conseguir el patronazgo del Monasterio Carmelita, pero al no conseguirlo encargó la construcción de uno nuevo a su lado, el de la Inmaculada Concepción, para las Dominicas Recoletas: típica demostración de la piedad de la nobleza para conseguir un buen lugar en la otra vida, mientras que en ésta las oraciones y sus restos mortales quedan bajo la custodia de una Orden Religiosa y la protección de sus herederos.

Monasterio de La Inmaculada Concepción

     La obra se encargó a Alonso Carbonell y fue terminada por el IV Conde-Duque de Olivares. El Monasterio reunió una excelente colección de pinturas, incluyendo obras de Miguel Ángel, Tintoretto, Rubens, Alonso Cano, pero con ocasión de la francesada fue saqueado y las obras llevadas a Francia. La guerra civil 1936-1939 también trajo nuevos destrozos y saqueos, en la mejor tradición revolucionaria española, y durante ella la iglesia se usó para guardar ganado.




     Alonso Carbonell, es también autor de importantes obras de la época, como el Palacio del Buen Retiro, y sigue para la construcción del Monasterio el modelo barroco del convento de la Encarnación en Madrid. La iglesia es de una nave con bóveda de cañón y cúpula sobre pechinas en el crucero. El altar está adornado con unos grandes frescos de Fernando Calderón que sustituyen al retablo que debió tener en otra época.

    El Monasterio está hoy bajo el patronazgo de la Casa de Alba, heredera del Conde-duque; pero lo que él no previó fue el descenso de vocaciones religiosas que llevaría en este siglo al traslado de las monjas a otros lugares, por lo que el Monasterio espera cerrado una decisión sobre su futuro, y mientras tanto solo son visitables la Iglesia y el Panteón.
Panteón de la Casa de Alba

     Este último fue mandado construir en 1909 por Jacobo Fitz-James Stuart y Falcó para enterrar a los miembros de la Casa de Alba,  agregando una capilla al lado derecho de la Iglesia.  En él descansan desde 1645 los restos mortales de Don Gaspar de Guzmán, primer Conde-duque de Olivares y su esposa Doña Inés de Zúñiga. Junto a los sepulcros de otros miembros de la Casa de Alba de los siglos XIX y XX   (y los espacios ya asignados para los del XXI) destaca el mausoleo de Francisca de Sales y Portocarrero, Condesa de Montijo y hermana de Eugenia de Montijo, obra de Charles Gumery.

Mausoleo de la Condesa de Montijo

     Dejamos Loeches y sus Monasterios para socorrernos con algún producto de la zona llevando de recuerdo una agradable jornada y un bote de "higos carmelitanos" elaborado y comercializado por las monjas de la Villa, por cierto, adquiribles a través de la página web del Monasterio. ¿Qué pensaría de esto la hermana fundadora Francisca de Cristo?


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