miércoles, 28 de septiembre de 2011

CASTIELLO DE JACA

      Huyendo del mundanal ruido los pasos me llevan a Castiello de Jaca, famoso por sus “corridas de pollos” –según Madoz- y en donde a la sombra de un nogal (cuyos frutos maduran en espera de  excitar la intuición intelectual de los que allí descansen) pienso en la herencia que vamos a recibir del señor Zapatero en un par de meses. Con la Peña Oroel, el Rapitán y Bergosa en el horizonte me vienen a la cabeza sus acciones de deconstrucción de la identidad nacional y los experimentos sociales de inspiración post-humanista, algunos afortunadamente “interrumpidos voluntariamente”, como la “muerte digna”, alternativa a la “vida digna” que no ha sabido ofrecernos y, en particular, a los cinco millones de parados que atestiguan el clamoroso desastre de su política económica. Intranquiliza saber que su delfín, el “Señor” Rubalcaba, tiene intenciones de mejorar tan desastroso balance; por lo visto ya sabe cómo hacerlo, pues aprendió a usar la aguja de marear en el tiempo que estuvo de becario en el Gobierno, sin responsabilidad, a decir por su negativa a presentar una mínima autocrítica.
VISTA DEL VALLE DEL RÍO ARAGÓN DESDE CASTIELLO DE JACA

      De vuelta a la corte para vivir los amenes del régimen actual me levanta el ánimo  Terrence Malick con su magnífica película “El árbol de la vida”. La narración presenta en secuencias intimistas la vida de una familia americana en los 50 y la sacudida a sus principios religiosos ante la desgracia de la pérdida de un hijo adolescente; el sufrimiento es evidente, la fe se tambalea y surge la pregunta que ya el Papa Benedicto XVI se planteó en Auschwitz: - ¿Dónde estaba Dios en este momento? Las imágenes del universo tomadas por el Hubble son muy expresivas, apoyando las secuencias de la creación y evolución, mientras plantean trascendentes interrogantes. La respuesta de Malick a la eterna pregunta del más allá la presenta en la escena final, con el reencuentro en la otra vida de todos los componentes de la familia. Las opiniones tan opuestas sobre esta película evidencian que no ha sido producida para el gran público, a pesar del elenco de actores famosos, cuyos nombres engañan a los que prefieren ver “Los pingüinos de Sr Popper”  o “La boda de mi mejor amiga”.

FOTOGRAMA DE "EL ÁRBOL DE LA VIDA"
      
      
      
      La buena noticia es que en el siglo XXI no es necesario sentarse a la sombra de un nogal para impulsar la tan sacralizada ciencia, para algunos la alternativa a la religión. Los científicos del CERN han demostrado la posibilidad de que los neutrinos se desplacen a mayor velocidad que la luz, desafiando algunos dogmas sobre los que se ha construido la comprensión de nuestro mundo y ampliando los limites de nuestro conocimiento, pero al hacerlo evidencian lo inalcanzable de las razones últimas, para cuya comprensión la ciencia quizá no sea su explicación, aunque si el camino.


sábado, 10 de septiembre de 2011

UN VIAJE EN METRO

Entre las virtualidades del viaje en un vagón del Metro de Madrid, está la invitación  a toda la masa ciudadana que allí queda aprisionada, a unos minutos de reflexión sobre sociología y multiculturalismo, y a la vez escapar por unos instantes de la farsa democrática en la que vivimos en la superficie, lo cual es ya de agradecer.

La mayor parte de los viajeros desdeñan esa virtualidad y toman el viaje como una enfermedad pasajera, lo que se aprecia en la rutina de  sus gestos, ademanes y en una mirada perdida. Algunos, como es mi caso, escogemos usar ese tiempo subterráneo para elevarnos con la lectura, pero me he dado cuenta que al hacerlo te pierdes el espectáculo gratuito que se desarrolla a nuestro alrededor y cuyas múltiples facetas nos invitan a la reflexión, como por ejemplo ver a jóvenes inoculados del veneno de la moderna tecnología de las comunicaciones, encerrados en extraños mundos sonoros, abstraídos con sus aparatos de última moda, mas a la vista cuanto mejor es su calidad, en ostentación de su capacidad económica o más bien la de su familia, aunque los hay que no se atreven a mostrarlo por temor al robo o al ridículo: sin IPHONE no eres nadie.

Si lees, también te pierdes la visión de personas de extraños pelajes que deben pertenecer a desconocidas ganaderías cuyas divisas tatúan en la piel, dicen que para personalizarse, distinguirse o sencillamente porque les gusta seguir esa estética cutánea; también se aprecia un regreso al primitivismo de la Edad de los Metales, ante el abundante número de jóvenes que los llevan en la cara, nariz, orejas, boca…etc.: cualquier espacio es bueno para “personalizarse” y poderse presentar en el baile de las debutantes de la vida como perteneciente a una particular tribu urbana: en la aldea global no conviene que te tomen por quien no eres…que quede claro desde el principio.

También te pierdes, aunque la oyes, la actuación de los músicos ambulantes con sus canciones populares u otras de tierras lejanas. Las repetidas lamentaciones de los pedigüeños te pueden mover a la piedad y generosidad en una situación sin escapatoria ni para ellos ni para ti.

Es curioso, la Compañía Metropolitana podría promocionar el espectáculo para incrementar el uso del Metro, pero en cambio te anima a leer mientras se viaja. Yo creo que si lo haces la vida se escapa a tu alrededor y dejas de ser espectador de la tuya propia y tu tiempo, mientras pasas a serlo de otras de ficción, así que dejaré de leer en el Metro, nuestro foro real y no virtual.

Sumergido en esas reflexiones en un viaje de diez estaciones que me lleva a Lavapiés,  salgo a la superficie en la plaza homónima por la boca de la calle Argumosa,  y mi perplejidad no es menor que la de Han Solo cuando acompañado de Chewbecca llega al bar de Cloud City en el episodio IV de La Guerra de las Galaxias. ¡Por Baco! Me pregunto; - ¿Es esto Madrid? ¿De verdad? ¿No era la Plaza de Lavapiés el corazón de uno de sus barrios más castizos?

Pues sí, el Metro me había llevado al lugar correcto, lo que pasa es que la población ya no es la que solía. Hay quien habla del melting pot y del multiculturalismo zapateril de la Alianza de Civilizaciones; pues bien, el que quiera verlo más cerca y en menos espacio que se pasee por Lavapiés. Me temo que se trata del viaje de vuelta del colonialismo a Europa, que como se deduce es de dos direcciones.

Si en otros barrios podría apreciarse un esfuerzo de integración por parte de emigrantes y vecinos, no me pareció que allí fuera el caso, pues cada oveja deambula con su pareja hablando lenguas hasta ahora incomprensibles, que al paso que vamos podrían unirse en el futuro a la lista de lenguas españolas; me pregunto donde están los limites de nuestra identidad y si existe o no el concepto de españolidad, ya no lo tengo claro, o lo tengo solo para mis adentros, solo el ver a un par de niños de rasgos asiáticos meridionales luciendo la camiseta de la selección española de futbol me da alguna esperanza.

En fin, recomiendo que cuando se viaje en Metro se disfrute, de vez en cuando, del espectáculo gratis que allí se ofrece y se contribuya con la propia aportación para enriquecerlo.